"Un día yo pregunté:
abuelo donde está Dios.
Mi abuelo se puso triste
y nada me respondió.
Mi abuelo murió en el campo
sin rezo ni confesión,
y lo enterraron los indios
flauta de caña y tambor..."
(de una canción de Atahualpa Yupanqui)
Desde muy niños, los seres humanos nos preguntamos sobre la vida, sobre su origen y sobre la razón de esta. Los de dónde venimos, los por qué y los para qué son preguntas constantes en la vida de las personas. Nadie nos ha dado -hasta la aparición de la Cabalá- desde ningún segmento del saber, la respuesta cierta que no sólo explique cómo aparecimos en la faz de la tierra sino también que justifique, por así decirlo, esta forma de existencia y relaciones de los seres humanos donde predomina la destrucción y el sufrimiento. Donde lo único que nos mueve es el deseo egoísta de recibir de manera individual. Por lo que, irremediablemente, nos procuramos nuestro propio bienestar y de algunos sanguíneos inmediatos, sin importar la suerte de los demás; más aún, viéndolos como enemigos en la medida que aumentan los logros socioeconómicos.
Por otro lado, y opuesto a esto, nos dicen los cabalistas que en un mundo superior se encuentra un Creador o Naturaleza o Pensamiento de la Creación o Dios, que es todo otorgamiento y, a quién le debemos nuestra creación, condición y acciones. O sea, somos como somos, porque así fuimos hechos: con capacidades y limitaciones; fuerza y debilidad; inteligencia y estupidez, bondad y maldad y, sin olvidar: con esa característica fundamental del deseo de recibir placer para nosotros mismos, no para otorgar.
Resumiendo, vivimos, entonces, en un mundo inferior, con una percepción limitadísima de la realidad y en un permanente campo de batalla en el que nuestro enemigo es nuestro propio prójimo. Y, aparentemente, ante la total indiferencia de ese Creador, porque el sufrimiento y destrucción de seres por cataclismos, guerras, holocaustos, enfermedades, miseria, hambre, es decir, por la mano de la naturaleza o propia ha sido parte usual de la realidad humana. Por lo que no es raro que muchísimos se pregunten ¿Cómo llegamos aquí? ¿Cuál es el propósito de la vida? ¿Qué pasa con el Creador todo Luz y Amor?
La Sabiduría de la Cabalá nos dice que tiene la respuesta a estas interrogantes y muchas más; que no debemos dudar de que existe un Plan y una Meta de la Creación. Y aquí estoy, esperando descubrilos, y como una talmidá tová (buena alumna) estudiando lo más aplicadamente la cabalá.
A decir verdad, estoy tremendamente interesada en saber.
Es verdad que aún no sabemos para qué vivimos realmente, incluso a veces creí que llegaba a un cierto entendimiento cuando estudiaba astrología, sintiendo que todo estaba unido, que formaba parte de un TODO, logrando llegar a un entendimiento con la naturaleza, con los seres que me rodeaban y me sentí feliz..pero a medida que fluía o creí que fluía me sentía menos YO..y hacía lo que tenía que hacer amando a los mios, y aún estoy en ello pero aún no siento que haya llegado a una contestacion a esa pregunta existencial. El tiempo cambia..cambio yo??
ResponderEliminarno lo sé..
Percibo que la mente del hombre recibe la comunicación contínua de la conciencia dentro de su esfera de la realidad. Por ello en los individuos confluyen formas de relatividad que "pulsan" en el existir. Sin ello, no habría -ni sería necesario- el conocimiento.
ResponderEliminarSe necesita romper la estructura materia/energía.
Y cada ser humano se llama oportunidad.
Quizás no haya un solo motivo para la existencia, quizás cada uno de nosotros/as tiene su propia respuesta a la que, quizás, llega solamente cuando ha aprendido aquello que necesita aprender. Pues quizás no todos necesitamos lo mismo, así como no todos se hacen este tipo de preguntas sobre su existencia pues piensan y creen tener la respuesta. Lo más probable es que aquellos que no se preguntan nada tengan una visión muy corta de la vida, tanto que no llega mucho más allá de un palmo de sus narices, pero quizás esto sea precisamente porque esa cortedad es parte de su naturaleza, su propia creación de sí mismo, y simplemente no llega más allá... Lo cierto es que la pregunta sobre qué hacemos en este mundo y para qué, pienso yo, tiene muchas respuestas, tantas como almas caben en el Universo, y cada vez que me la planteo a mí misma siento un terrible vértigo, una sensación gigantesca de inmensidad (valga la redundancia), como si todas esas almas me estuvieran entregando su respuesta y yo sólo alcanzara a vislumbrar una micronésima parte de ellas... Pero ello, lejos de asustarme, me incita a seguir preguntándome... :-)
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