
De esa espiritualidad también oculta al hombre porque su principal atributo, el otorgamiento, es absolutamente opuesto a nuestra naturaleza. Y ese estado de otorgamiento permanente entre cada partícula, cada ser, cada manifestación del universo en total unicidad; esa armonía amorosa de existencia, sería el creador, y en esa cualidad deberíamos existir todos.
Pero vivimos en un mundo físico en el que percibimos con los cinco sentidos una realidad falsa, procesada por una mente al servicio del ego, por lo que ningún Creador puede darse, ni ninguna entidad salvadora que nos rescate de este ego que nos aprisiona y condena a una realidad absurda, ilusoria y dolorosa. Solo nos queda utilizar, nosotros mismos y en una conexión mutua, esa misma fuerza feroz de nuestro deseo egoista para intentar llevarlo a la cualidad opuesta que nos evolucione hacia la plenitud, hacia ese Creador.
Mientras tanto, ni ruegos, ni velas, ni donaciones, ni mandas ni acciones “eticamente aceptables” manejadas por nuestro ego, nos liberarán del dolor y ruina que crece cada vez más en nuestro mundo.
mariana thamar
Ese dios antropomorfo de barba blanca, expresión amable y atributos poderosos es sólo la muestra palpable de lo mucho que al ser humano le cuesta salirse de sus estereotipos físicos y concretos a la hora de elevar sus expectativas, y de la gran dificultad que tiene para trascender hacia una espiritualidad que lo lleve a una concepción divina que refleje lo esencial por encima de lo tangible. Damos forma a todo porque pensamos que sin ella no hay existencia, pero lo cierto es que ésta es independiente de la forma y precisa, simplemente, de que el ser humano la sienta, la intuya, trascendiendo de su propia corporalidad limitadora y asfixiante.
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